domingo, junio 10, 2007

P.M.F.

Quiero agradecer a todas las personas que se han tomado su tiempo para escribirme al correo. No pensé que tuviera fans, ni que fueran tan fieles como para revisar el blog todos los días. En verdad les agradezco. Y a razón de ello, publico este PMF o preguntas más frecuentes, más conocido como FAQ

1. ¿Por qué no posteas?
No. 1 en la lista de las preguntas que más me hacen. Las razones son, en verdad muy simples. Pero la principal es que no tengo tiempo. Como a todos, el trabajo me ha absorbido grandemente, especialmente en los últimos meses. Tengo varias historias por publicar, pero entre sentarme a escribir, revisar y corregir o descansar, bueno, puede más mi cansancio

2. Tus historias, ¿son de verdad o inventadas? porque algunas son muy difíciles de creer y otras se parecen a algo que me pasó o le pasó a un amigo(a).
Esta pregunta está casi empatada con la primera. Y bueno, la respuesta es: Sí y No. Algunas de las que he escrito son verdaderas, como es el caso de Así. Me fue narrada por una amigo muy especial, claro que no de la misma manera en que está publicada. Es cierto que me tomé varias libertades literarias, por llamarlas de alguna manera. Eso sí, antes de publicarla se las mostré a ambos y fue con su permiso que la publique.
En realidad no quisiera decir cuales son verdaderas y cuales fantasía. Creo que en ese no saber, en esa pequeña duda que te deja lo que has leído, radica lo que quiero trasmitirte con ellas, las historias.

3. ¿Eres el o ella?
Soy Keeper. ;p

4. ¿Publicarías mi historia?
Supongo que sí. Ya me lo han preguntado antes, pero nadie se ha animado a enviarme su historia. Te pediría solamente querido lector que comprendas que si me la envías, la revisaré y corregiré los errores ortográficos y gramaticales. Y debe ser erótica, no pornográfica, que te haga pensar y te excite, no que simplemente te ofrezca la gratificación inmediata. Sé que me entiendes.

5. ¿Por qué solo escribes sobre lesbianas y no gays? ¿Tienes algo en contra de ellos?
Quiero aclarar antes que nada, que me considero una persona de mente abierta y bastante centrada. Dicho esto, añadiré además que no tengo nada en contra de los gays u homosexuales. Es simplemente que es más fácil para mi (además de gratificante, he de decirlo) imaginar o escribir sobre una relación entre mujeres, que entre dos hombres.

6. ¿Por qué escribes sobre A/B/C o etcétera? Es una práctica horrenda y (añádanse más adjetivos descalificadores)
Como ya dije, soy de mente abierta. Y por eso escribo sobre lo que me gusta. Sin embargo, no obligo a nadie a leer lo que escribo, por lo que simplemente, amable lector, tienes todo el derecho de cerrar la página.

miércoles, febrero 14, 2007

Corazones y Narices

- Hija, te buscan - La voz de mi madre sonaba lejana detrás de mis audífonos, mientras escuchaba música tirada en mi cama, vestida solo con una camisa y un short, porque el calor está insoportable.

Me quitaba los audífonos y me sentaba cuando mi madre entro en mi cuarto - ¿Quién es?
Un joven que dice que… - mi madre no llegó a terminar la frase. Parado detrás de ella estaba él. Sentí como la ira me nublaba la vista.
- ¡Mamá! ¡No quiero hablar con este!

Mi mamá estaba asombrada. Y un poco ruborizada. Era de entender supongo, no suelo perder la calma, pero verlo ahí parado con total descaro en la puerta de mi cuarto fue demasiado.

Y entonces habló. - Lo siento señora, pero necesito hablar con ella.
- ¡Yo no quiero hablar contigo!
- ¡Pues me vas a escuchar así no quieras! - su tono de voz no admitía discusión y me ruborice tanto que me enojé conmigo misma

- Joven, por favor, si mi hija no quiere hablar con usted… por favor retírese
- Señora, por favor, necesito hablar con ella
- Pero mi hija…

¡Como se atreve! Ha tomado la mano de mi madre entre las suyas. Sus ojos están fijos en los de ella - Señora, lo siento, pero es muy importante. - el tono de su voz era firme pero suave a la vez.

- Está bien joven
- ¡Mamá!!

Mi mamá salió del cuarto y él cerró la puerta. El clic del pestillo fue lo último que se escucho en mi cuarto. Él, parado ante mi cama, yo sentada en ella, mirándolo con odio y él tratando de descifrarme.

- No te entiendo la verdad. Han pasado casi 8 meses y nunca te dignaste a llamar o decir que pasó. No puedo creer que te comportes así.
- ¿Y a ti que te importa?
- Claro que me importa, si no fuera por lo ocupado que estoy habría venido antes. Pero hoy, justamente hoy, he venido a...
- No me importa lo que me tengas que decir, solo quiero que te largues.
- Mira, lo único que quiero, es saber que pasó
- ¿Para qué? Solo pasó y ya.
- Sí y estoy seguro que fue tu culpa
- ¿Mi culpa?
- Sí, porque dudo mucho que...
- ¡Como te atreves! - Me paré de un salto, con mi cara a unos escasos centímetros de la suya
- ¡Como te atreves a venir a mi casa y decir que fue mi culpa! - No me importaba si mi madre nos escuchaba o no.
- Porque lo es.
- Yo no soy la que engañó o se fue con
- ¿Engañar? ¿Irse con otro?
- No te hagas el inocente
Me tomó por los hombros y me espetó - ¡Qué no entiendes que a la que ella ama es a ti!

Algo estalló en mí, una mezcla incontrolable de sentimientos, pero el que ganó fue ira. No recuerdo bien lo que pasó, pero en los siguientes momentos mi mano me dolía horrible y él yacía en el suelo, con su mano en la cara y sangre resbalando entre sus dedos.

- ¡Dios! ¿Qué pasó?
- Creo… que me rompiste la nariz.
- No, no puede ser - Lo miré horrorizada
- Buen derechazo - Intentó bromear pero terminó en un gruñido de dolor.

Justo en ese momento entró mi mamá

- ¿Qué pasó? Y al verlo agregó - Hija ¿qué has hecho?
- Yo… pero…
- No es su culpa señora, al menos no directamente.
- ¿Cómo? - Mi madre y yo preguntamos a la vez
- Me tropecé con sus cochinas zapatillas - Era verdad, mis zapatillas estaban tiradas y el podría haberse tropezado, pero jamás romperse la nariz

Mi madre ya lo estaba ayudando a ponerse de pie. Yo no sabía que hacer. - Necesita ir a urgencia joven, vamos.
- No se preocupe señora, tomo un taxi y llegó.
- Nada, nada. Vamos - ya lo arrastraba escaleras abajo. Antes de salir de mi cuarto él volteó a verme mientras buscaba algo en su bolsillo, lo sacó y me lo tiró. Lo cogí con facilidad y me quede mirando. Levante la mirada y el clavó sus ojos en los míos, antes de desaparecer al ser llevado por mi mamá.

***

Traté de no hacer ruido al abrir la puerta, pero ésta crujió como siempre, como yo recordaba. Todo estaba igual que aquella vez. Entré y cerré la puerta mientras escuchaba su voz. - ¡Lucho! Lo siento, pero no tenía ganas de cocinar. Ya pedí comida. - Y se quedó de una pieza al entrar a la sala y verme allí parada

- ¿Qué haces aquí? - Su voz era un susurro
- Yo… vine a hablar contigo.
- ¿Ah si? - Había amargura en su tono de voz.
- Sí, yo… lo siento - No podía levantar la mirada del suelo. Sentía una vergüenza absoluta. Me había comportado como una verdadera perra y no lo había querido aceptar.
- ¿Y tú crees que es tan fácil? - Estaba de pie y había empezado a llorar.
- No, sé que no es tan fácil. - Le respondí mientras corría hacia ella y la abrazaba
- ¡Estúpida! ¡Tonta! ¡Tonta! - Lloraba mientras golpeaba mi pecho con sus puños.
No pude contener mis lágrimas mientras repetía - Lo siento, lo siento.


Nota:
¿Decepcionado, querido lector, de la falta de erotismo en esta historia? Realmente lo lamento. Pero hoy he querido dejarte una historia diferente, con un sabor diferente. Espero que la disfrutes. Ya habrá otras oportunidades de historias con suficiente lascivia y/o giros inesperados.

jueves, enero 18, 2007

No es lo que parece

Ha sido un día largo en la oficina. Llegar a casa es un gran placer y un alivio después de un día estresante y después de una ducha y un buen vaso de agua, sentarse delante de la computadora a jugar un rato mientras espero que regresen mi esposa y mi hija es una buena manera de pasar el tiempo. Los minutos pasan y tan absorto como estoy no siento que hay alguien en la puerta de mi oficina hasta que una voz dulce me saca de mi concentración:

- ¿Papi?

Me volteo hacia la puerta y lo que veo hace que enarque una ceja. Ahí está ella, parada en el umbral de la puerta luciendo angelical, con la falda y blusa de colegio y medias que le llegan justo por debajo de las rodillas. Sus dos brazos están detrás de ella mientras sus manos arrastran la mochila. Arqueo un poco más mi ceja, es obvio que ha acortado su falda, a menos que el ministerio de educación haya decidido otra cosa, lo cual dudo sobremanera.

Camina hacia mí y puedo ver que se ha soltado los botones superiores de la blusa. Cada paso que da es estudiado y sexy, mientras sigue arrastrando la mochila. Se detiene delante de mi, y clava sus ojos castaños en los míos, mientras su cabello resbala por sus hombros. Cruzo mis brazos sobre mi pecho.

- ¿Papi? Tengo algo que decirte - Suelta una risita mientras habla.
- ¿Qué cosa?- Hago un esfuerzo para no sonreír, pero ella siempre me hace sonreír a pesar de todo.
- El director quiere hablar contigo.
- ¿Conmigo? ¿Por qué?
- Es que… la profesora me cogió copiando en el examen.
- ¿Ah sí?
- Sí. Y el director quiere hablar contigo.
- ¿Ah sí?
- Sí
- Sabes que significa, ¿no?
- Pero Papi… - lo dice suavemente mientras juega con un mechón de su cabello
- ¿Pero qué? No puedo creer que copiaras. Mereces un castigo.
- ¡Pero Papi!
- ¿Qué?
- ¿No puedo hacer algo? No quiero que me castigues.
- ¿Algo? ¿Algo como qué?
- No sé… - y sus ojos bajan hasta mi regazo, donde obviamente no puedo ocultar la erección tras mi pantalón.

Arroja su mochila sobre el sillón y rápidamente se arrodilla entre mis piernas y su mano se posa en mi regazo, ejerciendo una ligera presión.

- ¿Me vas a castigar papá?
- Aún no lo sé - logro a duras penas murmurar.
- Porque… si no me castigas, yo podría ayudarte con esto - sus ojos no dejan los míos mientras sus manos desabrochan mi pantalón y bajan el cierre. Rápidamente su mano se pierde dentro de mi pantalón y juega conmigo. Ahogo con esfuerzo un gruñido, pero ella lo escucha y sonríe de oreja a oreja.

- ¿Estoy castigada?
- Copiar es malo querida - no sé como puedo hablar mientras hace lo que hace con su mano.
- Porque… si no me castigas… no sé papá… yo podría usar… mi boquita. – y sin dejar de mirarme me toma en su boca. Dios mío. Por lo blanco de mis nudillos estoy seguro que voy a dejar marcas en los brazos de mi sillón.

Mientras una mano suya me sujeta con firmeza la otra se pierde entre sus piernas, por detrás de sus bragas y se mueve con la misma cadencia de su cabeza. Le acaricio el rostro y el cabello mientras sigue en su juego. Solo se detiene para preguntar una vez más si está castigada y al no obtener respuesta de mi parte, continúa. Dios, un hombre no puede resistir por siempre. Y justo cuando estoy por decirle que no pienso castigarla, se levanta de un brinco y con agilidad casi felina se saca las bragas y se sienta sobre mí, mirándome. Se abre la blusa completamente y sube su brassiere, un lindo brassiere negro de encaje. Sus senos están a plena vista, para mi completo deleite.

- Son pequeños - me dice con fingida vergüenza.
- Pues a mi me encantan. - y sonríe cuando escucha mi aprobación. Pero su sonrisa se congela en su rostro cuando tomo uno de sus pezones en mi boca y juego con él. Sus ligeros gemidos son música en mis oídos. Pronto su mano busca en medio de nuestros regazos y con ligeros movimientos de su cadera, somos uno al fin.

Sus caderas suben y bajan con lentitud, sus manos en mis hombros la ayudan a mantener el ritmo, mientras mis manos en sus caderas la urgen a apurarse. Pronto lanza un gemido y entierra su rostro en mi hombro, jadeando sin cesar. Pero ahora en mi turno y muevo sus caderas con mis manos y ella se deja hacer, jadeando cada vez más rápido. Pronto mis gruñidos se unen a sus jadeos y finalmente nos hundimos en una nube de placer.

Sentado en mi sillón, reponiéndome y sintiendo su ligera respiración me atrevo a preguntar.
- ¿Dónde demonios encontraste un uniforme escolar en tu talla?
- ¿Te gustó? Me pregunta con una sonrisa felina en su rostro.
- ¿No te has dado cuenta? – le respondo al tiempo que muevo mi cadera. - ¿De dónde lo sacaste?
- Por ahí. No creerías lo que se encuentra en Internet.
- Pues lo creo ahora. Pero mejor nos apuramos a arreglar, no vaya a llegar nuestra hija.
- No va a llegar. Se fue a la casa de su amiga, regresa mañana. Así que tenemos tiempo.
- ¿Tiempo?
- Sí.
- ¿Para qué?
- Abre el cajón de tu escritorio

Preguntándome sobre si debo pedirle que se levante o no y decidiendo lo contrario, arrastro el sillón con nosotros dos encima hasta mi escritorio y abro el cajón que me señala. Dentro hay un sombrero de policía y un gorro de enfermera.

Nos miramos y no podemos contener la risa.