jueves, agosto 24, 2006

Bitch

- ¡Hola Erika!
- Hola Luis.
- ¿Pasa algo?
- No, nada - El suspiro que siguió a su respuesta era una clara indicación que sí pasaba algo. Pero si ella no quiere contarme, no lo hará hasta que cambie de opinión, así que no insistí.
- ¿Qué vamos a ver? - me preguntó.
- "Vecinos Invasores" está muy buena.
- ¿No la has visto ya?
- Si
- ¿Cuántas?
- Dos
- Dos
- Si
- Eres un exagerado
- Es que es muy buena. - Iba a insistir en que era mejor verla en inglés pero su cara me decía que no estaba de ganas para ir al cine.
- Pero si quieres, venimos otro día.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Te noto cansada. Podemos venir otro día. Además así puedes ir a ver a…
Su expresión cambió de pronto. Parecía molesta y luego decidida. - No. Vamos a entrar. ¿Vamos después a otro lado? A comer, a tomar algo, no sé.
- Ya. ¿Quieres pasarle la voz a…?
- No. - Nuevamente me cortó
- Vamos entonces. - Uh Oh

25 minutos antes.

- Ya te dije que hoy no Joanna. Quede con Lucho para ir al cine - Era la tercera vez que se lo repetía.
- Llámalo entonces y nos vamos por ahí.
- No puedo hacer eso. Sería la cuarta vez que lo planto. Uno no hace eso con los amigos.
- ¿Así que prefieres irte con tu amiguito?
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Nada, nada. - me respondió mientras me daba la espalda. - Solo quiero salir contigo, nada más. - Añadió aún de espaldas.
- Lo sé, pero entiende.
- Hace días que no nos vemos.
- Joanna, sabes que me fui a ver a mis padres. Y tú no quisiste venir.
- Sí, sí.
- ¿Por qué no vienes al cine con nosotros?
- No quisiera interrumpir la diversión con tu amiguito. - Había un tono de amargura en su voz, en verdad, pero no me importo, ya había tenido suficiente con sus insinuaciones. ¿Qué tenía de malo que Luis y yo hayamos ido a Trujillo durante unas semanas después de acabado el ciclo? Además ella no quiso venir. Y le rogué que viniera.
- OK - fue mi respuesta, seca y directa y entré a mi cuarto y cerré la puerta.

A veces no entiendo a Joanna. A veces es cariñosa, amable y otras es celosa y posesiva hasta más no poder. Y no entiendo porque cela a Lucho. A veces se lleva de las mil maravillas con él y otras pareciera que quisiera meterle un puñete. No entiendo.

Encima de mi cama estaba mi ropa, planchada y acomodada. Lucho. Luchito siempre ha estado ahí para mí. Es mi mejor amigo. Siempre estuvo a mi lado y es el único que sabe que me gustan exclusivamente las mujeres. Nos hemos peleado, nos hemos reconciliado pero siempre estuvo a mi lado.

Guardé mi ropa mientras seguía pensando en que hacer con Joanna y sus celos tontos. La escuchaba ahí afuera en la sala, viendo televisión. De momento no podía hacer nada. Íbamos a terminar discutiendo y nunca lo hemos hecho. Pequeñas cositas, rencillas, pero nada más, nada serio. No quiero pelearme con ella nunca.

Me saque mi polo y mi brassiere y empecé a buscar que ponerme cuando Joanna entró hecha una tromba. Traté de hacerme la desentendida mientras seguía buscando, cuando me abrazó por detrás y empezó a besarme la nuca.

- Joanna no, voy a llegar tarde.
- No importa
- Sí importa, déjame.

Por toda respuesta empezó a acariciarme el pecho, jugando con mis senos como solo ella sabe hacerlo. No, no, me va a volver loca.

- Joanna, no.

Sus dedos rozaban levemente mis pezones mientras me sujetaba por la cintura con la otra mano. Me mordía con cariño el cuello y la oreja y cada vez mientras sentía que mi reticencia se disolvía con cada minuto que pasaba - No vayas - me susurró.
- No puedo.
- No vayas - insistió.
- Tengo que ir. Lo prometí.

Su mano izquierda descendía lentamente por mi abdomen y el calor que emanaba me quemaba como una fiebre. Sabía hacia donde se dirigía y la cogí por la muñeca. Si esto continuaba así me iba a volver loca.
- Suelta, suelta - me amonestó con dulzura mientras mordía el lóbulo de mi oreja.
- No por favor, ya no más. Para por favor. - Las piernas me empezaban a flaquear y cuando mordió con más fuerza la solté. Su mano se deslizó debajo de mis shorts mientras la otra se posaba ahora sobre mi pecho, masajeando con firmeza.
- Abre tus piernas - me ordenó
- No, no, por favor - ya no podía pensar con claridad
- Ábrelas.
- No

Metió su rodilla entre mis piernas y me obligó a abrirlas. Sus dedos no perdieron tiempo y empezaron a acariciar mi pubis y presionarlo ligeramente
- Vaya, ya estás lista - me dijo con malicia, haciéndome que me sonrojé sin saber por qué
No espero a que respondiera y sus largos y finos dedos se perdieron dentro de mí. Dios, porque me afecta tanto esta loca. Se me escapó un grito cuando presionó con firmeza entre sus dedos mi pezón, el mismo que segundos antes estaba acariciando juguetonamente. Esa mezcla de placer y dolor me excitó aún más y mis caderas empezaron a bailar al ritmo de sus dedos.

- No vayas - me repitió mientras jugaba conmigo aún más rápido.
- No puedo quedarme - No sé si me entendido entre mis jadeos y sollozos.
- ¿Vas a ir?
- Sí
- Ok.

Me soltó.

- ¿Qué!? ¿Qué haces!?
- Yo tampoco me puedo quedar. - Dijo con amargura mientras se dirigía a la puerta
- ¡Pe-pero no puedes… no puedes dejarme así!
- No quiero que llegues tarde a tu cita con tu amiguito.
- ¡Joanna!
- Si quieres me llamas - fue lo último que dijo mientras cerraba la puerta del departamento.
- ¡Joanna!

Ahora

Dios, no puedo disfrutar la película. Y sé que Luis lo sabe porque no me ha dicho nada desde que no me reí la primera vez con el resto de la gente en el cine. Lo siento Luis, en verdad.
Dios, no tenía ningún derecho a hacer eso.