miércoles, febrero 14, 2007

Corazones y Narices

- Hija, te buscan - La voz de mi madre sonaba lejana detrás de mis audífonos, mientras escuchaba música tirada en mi cama, vestida solo con una camisa y un short, porque el calor está insoportable.

Me quitaba los audífonos y me sentaba cuando mi madre entro en mi cuarto - ¿Quién es?
Un joven que dice que… - mi madre no llegó a terminar la frase. Parado detrás de ella estaba él. Sentí como la ira me nublaba la vista.
- ¡Mamá! ¡No quiero hablar con este!

Mi mamá estaba asombrada. Y un poco ruborizada. Era de entender supongo, no suelo perder la calma, pero verlo ahí parado con total descaro en la puerta de mi cuarto fue demasiado.

Y entonces habló. - Lo siento señora, pero necesito hablar con ella.
- ¡Yo no quiero hablar contigo!
- ¡Pues me vas a escuchar así no quieras! - su tono de voz no admitía discusión y me ruborice tanto que me enojé conmigo misma

- Joven, por favor, si mi hija no quiere hablar con usted… por favor retírese
- Señora, por favor, necesito hablar con ella
- Pero mi hija…

¡Como se atreve! Ha tomado la mano de mi madre entre las suyas. Sus ojos están fijos en los de ella - Señora, lo siento, pero es muy importante. - el tono de su voz era firme pero suave a la vez.

- Está bien joven
- ¡Mamá!!

Mi mamá salió del cuarto y él cerró la puerta. El clic del pestillo fue lo último que se escucho en mi cuarto. Él, parado ante mi cama, yo sentada en ella, mirándolo con odio y él tratando de descifrarme.

- No te entiendo la verdad. Han pasado casi 8 meses y nunca te dignaste a llamar o decir que pasó. No puedo creer que te comportes así.
- ¿Y a ti que te importa?
- Claro que me importa, si no fuera por lo ocupado que estoy habría venido antes. Pero hoy, justamente hoy, he venido a...
- No me importa lo que me tengas que decir, solo quiero que te largues.
- Mira, lo único que quiero, es saber que pasó
- ¿Para qué? Solo pasó y ya.
- Sí y estoy seguro que fue tu culpa
- ¿Mi culpa?
- Sí, porque dudo mucho que...
- ¡Como te atreves! - Me paré de un salto, con mi cara a unos escasos centímetros de la suya
- ¡Como te atreves a venir a mi casa y decir que fue mi culpa! - No me importaba si mi madre nos escuchaba o no.
- Porque lo es.
- Yo no soy la que engañó o se fue con
- ¿Engañar? ¿Irse con otro?
- No te hagas el inocente
Me tomó por los hombros y me espetó - ¡Qué no entiendes que a la que ella ama es a ti!

Algo estalló en mí, una mezcla incontrolable de sentimientos, pero el que ganó fue ira. No recuerdo bien lo que pasó, pero en los siguientes momentos mi mano me dolía horrible y él yacía en el suelo, con su mano en la cara y sangre resbalando entre sus dedos.

- ¡Dios! ¿Qué pasó?
- Creo… que me rompiste la nariz.
- No, no puede ser - Lo miré horrorizada
- Buen derechazo - Intentó bromear pero terminó en un gruñido de dolor.

Justo en ese momento entró mi mamá

- ¿Qué pasó? Y al verlo agregó - Hija ¿qué has hecho?
- Yo… pero…
- No es su culpa señora, al menos no directamente.
- ¿Cómo? - Mi madre y yo preguntamos a la vez
- Me tropecé con sus cochinas zapatillas - Era verdad, mis zapatillas estaban tiradas y el podría haberse tropezado, pero jamás romperse la nariz

Mi madre ya lo estaba ayudando a ponerse de pie. Yo no sabía que hacer. - Necesita ir a urgencia joven, vamos.
- No se preocupe señora, tomo un taxi y llegó.
- Nada, nada. Vamos - ya lo arrastraba escaleras abajo. Antes de salir de mi cuarto él volteó a verme mientras buscaba algo en su bolsillo, lo sacó y me lo tiró. Lo cogí con facilidad y me quede mirando. Levante la mirada y el clavó sus ojos en los míos, antes de desaparecer al ser llevado por mi mamá.

***

Traté de no hacer ruido al abrir la puerta, pero ésta crujió como siempre, como yo recordaba. Todo estaba igual que aquella vez. Entré y cerré la puerta mientras escuchaba su voz. - ¡Lucho! Lo siento, pero no tenía ganas de cocinar. Ya pedí comida. - Y se quedó de una pieza al entrar a la sala y verme allí parada

- ¿Qué haces aquí? - Su voz era un susurro
- Yo… vine a hablar contigo.
- ¿Ah si? - Había amargura en su tono de voz.
- Sí, yo… lo siento - No podía levantar la mirada del suelo. Sentía una vergüenza absoluta. Me había comportado como una verdadera perra y no lo había querido aceptar.
- ¿Y tú crees que es tan fácil? - Estaba de pie y había empezado a llorar.
- No, sé que no es tan fácil. - Le respondí mientras corría hacia ella y la abrazaba
- ¡Estúpida! ¡Tonta! ¡Tonta! - Lloraba mientras golpeaba mi pecho con sus puños.
No pude contener mis lágrimas mientras repetía - Lo siento, lo siento.


Nota:
¿Decepcionado, querido lector, de la falta de erotismo en esta historia? Realmente lo lamento. Pero hoy he querido dejarte una historia diferente, con un sabor diferente. Espero que la disfrutes. Ya habrá otras oportunidades de historias con suficiente lascivia y/o giros inesperados.