lunes, diciembre 26, 2005

Compañera de Cuarto

Erika siempre fue mi amiga, desde pequeños cuando íbamos al nido. También fuimos juntos al colegio. Y por supuesto a fiestas y al cine y cualquier lugar. Trujillo es una bonita ciudad y juntos la recorrimos de cabo a cabo. Nuestra amistad era y es importante, pero con el tiempo me fui enamorando de mi amiga. Me gustaba su rostro, su personalidad y su carácter. Pero lamentablemente no iba a funcionar. A Erika y a mí nos gusta lo mismo: las mujeres. Fue difícil cuando me lo contó, porque yo había soñado con muchas cosas y hecho muchos planes en mi cabeza, pero no iba a funcionar. Sé que ella estaba asustada de mi reacción, y debo confesar que me sentí molesto con ella y solo acerté a irme sin decir nada. Grave error. Después, con la cabeza fría, y aunque me dolía mucho, comprendí que no por eso iba a dejar de ser su amigo. Después de algunas lágrimas y abrazos, volvimos a ser los patas de siempre.

Decidí irme a Lima, a la Católica. Erika también se vino conmigo y por suerte ingresamos al mismo tiempo. Nuestros padres tienen plata, y como ninguno de los dos tiene familiares en Lima, entre nuestros papás nos compraron un departamento. Yo pedí que fueran dos, separados, pero el papá de ella es chapadazo a la antigua y no quería que estuviera sola en esa ciudad enferma que es Lima (sic). No tranzó el señor y nos quedamos en un departamento de San Isidro, con 3 cuartos y todas las comodidades.

Mi madre me había dicho que esperaba que me comportara y no desgraciara a Erika. Aunque me ofendí por el comentario, me sonreí dentro de mí. Eso no iba a pasar. Y estoy seguro que mi papá y el de ella querían que nos casáramos, compadrazos como eran. No me imaginaba como sería cuando se enteraran de lo de Erika. Dado como era su padre, no es difícil entender su reticencia a decirles.

Ya habían pasado tres años de carrera (yo iba retrasado, por estúpido, y Erika no) y teníamos una especie de acuerdo y horario. Desayunábamos juntos y luego cada uno se iba de acuerdo a las horas de clases. De ahí, no nos veíamos a veces hasta la noche en el departamento. Nos cruzábamos eso sí, en la Católica.

Yo había salido con algunas chicas pero nada serio. Y es que en fondo solo quería estar con Erika. Ella, más bien, hacia siete meses que estaba saliendo con Joanna. Joanna era tan alta como Erika y era muy simpática. Aunque al principio fue raro (para mi) pero nos hicimos patas.

Erika Y Joanna preferían estar en el departamento y Erika siempre me manda un mensaje de texto para que me hiciera humo un rato, para que puedan estar tranquilas. No me incomodaba mucho, porque, o estaba en la universidad o estaba ocupado. Claro que a veces no tenia nada que hacer y solo quería tirarme en mi cama y dormir, pero así es el mundo me decía. No voy a mentirles. Al principio trataba de no pensar en ellas, pero luego fue inútil. Descubrí que lo mejor era ocuparme en hacer algo para no pensar en ellas y en lo que estaban haciendo. Tal vez por eso mejoraron mis notas.

Era época de finales. No cargué mi celular. Me dolía el cerebro después del examen de Resistencia de Materiales. Me fui a casa derechito, soñando con mi camita y nada más.

La combi no ayudó a que me relajara. Cuando llegué al depa, abrí la puerta y me metí de frente a mi cuarto y me arrojé a la cama. Me estaba quedando dormido cuando escuche un crujido. Erika andaría por allí me dije. Pero luego risitas. Y respiraciones entrecortadas. Y me sonrojé como no me imaginaba. Haciendo de tripas corazón me levante y pensaba salir sin hacer ruido, pero la puerta de Erika estaba abierta ahora y me iban a ver. No quería que se molestara conmigo y no sabia que hacer. No se me ocurrió mejor cosa que meterme a mi cuarto y cerrar la puerta. Pero a medio camino las risitas cambiaron por quejidos y suspiros. Y la sangre (que ya había empezado a moverse) terminó de ir en dirección sur. En otras palabras una erección, para aquellos que no entienden sutilezas.

El sueño de todo hombre. Pero carajo, que no iba a acercarme a ver. Por más que me hubiera imaginado la escena miles de veces. Por más que a Erika la haya soñado desnuda, por más que la cabeza (no sé cual) me dijera que me diera media vuelta y echara solo una ojeadita. Me metí a mi cuarto y cerré la puerta. Carajo, como hacían bulla. Con razón los vecinos se habían quejado conmigo. Echado ahí en mi cama, no me pude aguantar. Empecé a masturbarme al ritmo de sus gemidos. Por una parte me sentía horrible, por la otra deseaba estar allí en el cuarto de Erika. Me las imaginaba juntas, con sus piernas entrelazadas. Me las imagina besándose apasionadamente. Tocándose. Suspirando y gimiendo. No pude más y me di cuenta que iba a hacer un desastre. Solo acerté a cubrirme con mi camiseta (una de mis preferidas) mientras eyaculaba.

Me sentía horrible. Y tambien muy bien. Con esos sentimientos me cambie y me dormí.

Al día siguiente no sabía como salir del cuarto. Me pegué a la puerta intentando escuchar algo, pero solo oí la lavadora. Al salir del cuarto no me di cuenta que faltaba mi camiseta.

No había nadie en la casa y respiré aliviado. Me preparaba el desayuno cuando Joanna me dijo que quería huevos fritos. Se me heló la sangre. Pero ella solo pasó a mi lado con una sonrisa de lado a lado y en dirección al baño. Me quede mirándola y del baño salió Erika. Se había duchado y solo usaba una camiseta larga, que le llegaba hasta las rodillas. No sabia donde meterme y aventarme por la ventana no parecía una mala opción.

Me jaló de la mano y me hizo sentar en una silla de la cocina y se sentó en mis piernas. El cerebro hace rato que me había abandonado y no quería abrir la boca por temor a decir una cojudez. “¿Sabes? Quería matarte. Pero tu celular se murió, ¿no?” “Sí” le dije y me pregunte de quien era esa voz.

Se río y me pidió perdón. Yo estaba en otra. Me explicó que Joanna me había visto entrar como un zombie. Al principio se amargó, pero cuando me vio tirarme a la cama, me quiso embromar. Solo iban a fingir, pero se les pasó la mano. Yo no sabia que decir.

“Te quiero mucho Lucho” Me sonrojé. “Yo también me quiero mucho” traté de bromear. “Lo sé, tu camiseta es un buen ejemplo” En ese momento supe lo que estaba en la lavadora. ¿Sería posible que una cabeza pueda explotar de tanto sonrojarse?

“Te quiero mucho” repitió y me besó la nariz. “Tal vez…” me dijo cuando se iba. Me levanté a hacer los huevos fritos de Joanna imaginándome como me iban a batir entre las dos. Me quede pensando en ese “tal vez…”

“¡Lucho!” me di vuelta. Erika se levantó el polo y me mostró su trasero y entró riéndose a su cuarto. Aplasté el huevo que había cogido.

4 comments:

Tortuga Maldita dijo...

ENCANTADOR, TIERNO, DIVERTIDO.
PRECIOSO.

Maestro_RoShi dijo...

Que wena!!!! Nada grosero, interesante, divertido.
Si tienes más historias como esas pues ya tienes un lector asiduo. Sólo espero que sean ciertas hehe, sin ofender.

Laura Martillo dijo...

me gusto mucho, que buen estilo para contarlo. espero la siguiente.

Anónimo dijo...

Stuvo estupendo la historia y ojalá presentes otra muy pronto...